Durante nuestra visita a la Feria del Libro de Granada, hicimos una parada en la caseta 66 de Bukmeran, donde nos recibió el escritor Eduardo Velázquez González, autor de la novela histórica El intérprete del emir. En un ambiente cercano y lleno de curiosidad lectora, tuvimos la oportunidad de charlar con él sobre esta obra que rescata uno de los periodos más convulsos y determinantes de la historia granadina: la transición tras la Toma de Granada en 1492.
La novela, rigurosamente documentada, ha sido escrita con el asesoramiento de Purificación Marinetto, especialista en Arte Hispanomusulmán y Jefa del Departamento de Conservación de los Museos del Patronato de la Alhambra y Generalife. Gracias a su colaboración, Velázquez ha logrado entretejer ficción y datos históricos contrastados para recrear un tiempo de tensiones, supervivencias y renacimientos culturales.
El intérprete del emir nos sitúa en la Alhambra poco después de la conquista cristiana. El nuevo alcaide del recinto palaciego convoca al médico mudéjar Rayib Ibn Quzmán, intrigado por la sospecha de que este desciende de Quzmán al-Mayrití, un cristiano converso al islam capturado en 1410, que llegó a ser turgumán —intérprete privado— del emir.
A partir de ese encuentro entre el regidor cristiano y el médico mudéjar, se despliega una compleja relación marcada por la desconfianza, pero también por el respeto mutuo y la complicidad frente a los cambios que sacuden la sociedad de la época. Velázquez aborda el dilema identitario de los vencidos, la asimilación forzosa y la resistencia cultural desde una mirada íntima y profundamente humana.
En uno de los momentos más intensos del relato, el protagonista evoca la vida de su antepasado, Quzmán al-Mayrití, en la Granada nazarí del siglo XV, marcada por pasiones prohibidas como su amor con Nahir, una mujer fascinante cuya historia encierra también el eco de un mundo que se desvanece.
La novela nos conduce así por un viaje emocional e histórico hacia la pérdida de al-Ándalus, desde una perspectiva que invita a la reflexión: la de quienes, ante el derrumbe de su civilización, abrazaron un nuevo credo no por fe, sino por la necesidad de sobrevivir.
El intérprete del emir es también es un homenaje a la memoria olvidada, a esa encrucijada cultural que fue Granada, donde lo árabe, lo cristiano y lo judío tejieron una historia común antes de que la Historia oficial decidiera borrarla.
Sin duda, una de las revelaciones literarias de esta edición de la Feria del Libro de Granada, donde el pasado vuelve a hablar, en la voz de sus intérpretes.




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